Entre niebla y copos de
nieve se veía a si misma en una calle, iluminada por la viva luz de
las farolas, dejando sus huellas en la esponjosa nieve, rodeada de
personas con pequeñas bolsas que poco a poco se iban llenando,
adornados con abrigos, gorros, bufandas y guantes, cantando
villancicos, dirección cualquier casa que los quisiese escuchar y
les quisiese dar unas monedas o unos dulces. Todo era bien recibido,
pues lo que les interesaba era la diversión que los acompañaba y
los guiaba. Y a algunos, los más pequeños, la ilusión de llegar
después a casa y encontrar algún regalo bajo el árbol. Daba igual
que fuese: ropa, una naranja, un juguete o en su caso, un libro.
Importaba que algo habría y que ese señor tan ocupado que recorría
el mundo en una noche se había acordado de ellos.
El claxon de un coche
hizo que abriese los ojos y que observase asustada a su alrededor.
Hacía frío y las calles estaban abarrotadas. Pero acabó frunciendo
el ceño y mirando molesta la situación cuando se dio cuenta que ya
no estaba en su recuerdo, si no en su realidad actual. Una realidad
que la cabreaba y que la hacía preguntarse “¿cuándo, por qué y
cómo había pasado esto?”. Hacía años la Navidad para ella era
simplemente jugar en la nieve, cantar villancicos de puerta en puerta
el día de Nochebuena y pasar toda la noche en vela ya que no se
podía dormir esa noche. Le decían que Jesús recorría todas las
casas del mundo y había que recibirlo despiertos. Algo en lo cual ya
no cree, pero que forma parte de esos recuerdos felices de antaño. Y
ahora... ahora estaba frente a unas calles repletas de gente
agobiada, estresada, comprando regalos a última hora. Comprando,
comprando, comprando... gastando, colaborando con el consumismo que
formaba parte hoy día de esas celebraciones. Y ya no se veía a los
niños correteando por las calles, sin preocupación alguna. Te los
veías con los padres en la tienda de Mac que había en Colón.
¿Y lo qué más la
cabreaba? Que ella misma estuviese dentro de ese bucle capitalista
que repudiaba y criticaba pero que ella misma favorecía. ¿Cómo?
Comprando, comprando, comprando... gastando dinero en regalos y
poniéndolos debajo de un árbol. Su vida estaba llena de
contradicciones. De su ideología, que la defendía, que la
consideraba como lo único valioso en ella y por la cual lucha pero
de sus actos que no eran totalmente fieles a esa ideología. Algo que
hacía que le doliese incluso la cabeza buscando alternativas, pero
no sintiéndose cómoda con ninguna de las que se le ocurrían.
Contradicciones entre pensamientos y actos. Entre actos y
pensamientos. Contradicciones... ¿y qué sé es: lo qué se piensa o
lo qué se hace? ¿O ambas cosas?
Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarxxxx
Lo malo es que no puedes escapar de ese bucle, porque ese bucle es la sociedad, somos nosotros aun que no lo asumamos, hacemos lo que hacen los demás sin pararnos a pensar que estamos creando una epidemia de superficialidad, pero eso a mucha gente no le importa, así que seguimos así caminando sin rumbo fijo entre los desechos de esta sociedad de mierda.
ResponderEliminarUn ¡¡besazo!!
La sociedad ha vuelto la Navidad una época en la que solo se piensa en comprar, comprar y comprar sin parar a pensar en el verdadero significado de ésta.
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