Una
fría noche de enero. Un bar. Uno de tantos que pueden encontrarse en la Plaza
del Cedro. Una de aquellas plazas míticas en la ciudad de Valencia por la
variedad de sitios en los que emborracharte y hacerte perder hasta los
sentidos. A base de cerveza. De cubatas. De mojitos. De lo que sea que haga que
ahogues tus penas o en la mejor de las ocasiones de conseguir dejar la timidez
en el culo del vaso y sacar a relucir a ese “yo” que por lo visto tanto
divierte a tus amigos. Y a ti mismo también. Al menos hasta al día siguiente
que alguien te susurra al oído tus audaces elocuencias. Y te lo susurra entre
sabanas enredadas a vuestros cuerpos. Entre marcas de besos robados, de
caricias permitidas. De gemidos. De fuego. De un comienzo en una noche en un
bar del Cedro, en la ciudad de Valencia; de una mirada hacia el otro lado del local.
De una mirada azul marino, y otra ceniza. De un susurro a altas horas de la
madrugada, de un baile pegados. De un para siempre en esa cama, enredados en
unas sabanas que fueron testigos de un incendio y de… un comienzo.
martes, 17 de abril de 2012
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A mi nunca me ha pasado algo así. Soy de esas personas a las que el alcohol no le hace casi efecto. Pero es verdad que otras pierden la vergüenza. Y si no se llega a un limite desagradable comienzan a ser quien realmente son. Es una forma de quitarse una coraza y dejarse conocer.
ResponderEliminarAhogar las penas en un bar, rodeada de amigos... Me suena demasiado :)
ResponderEliminarUn beso!
Hermoso, y perfecto.
ResponderEliminarAsi empiezan las noches vividas con alcohol, saca a una persona muy diferente.
Me encantó como la escribiste.
Un enorme abrazo♥!
El alcohol nunca cura nada.
ResponderEliminarBesos!
Nunca se sabe cómo ni de qué manera puede empezar algo. Sean cuales sean las circunstancias de ese principio, solo el destino decidirá si ese 'para siempre' entre las sabanas se cumplirá. Me ha gustado mucho cómo lo has relatado.
ResponderEliminarSiempre es un placer leer tus entradas.
Besos!