Miraba sin interés una cucaracha que a unos metros de ella se
debatía sobre que dirección tomar, mientras sus amigos mantenían
un debate sobre la pena de muerte, sentados en un banco que había en
uno de los tantos parques de Valencia. Los escuchaba de fondo y no
era consciente de que se empezaba a poner nerviosa con los
comentarios de Laura. Odiaba ese tema de conversación, pero porqué
ella estaba totalmente en contra y sentía pánico ante la idea de
cambiar de opinión. Defendía plenamente la vida de los demás,
incluso en los casos más extremos, además era activista en una
organización internacional donde una de las premisas era defender la
vida humana ante todo, al igual que el resto de Derechos Humanos, y
esta actividad no había pasado desapercibida en su ideología.
Gracias a su activismo había leído cosas y escuchado testimonios
que le pondría la piel de gallina a más de una persona y que harían
replantearse a muchas otras el sí la pena de muerte debería ser o
no legal. Pero ella sabía que podría cambiar de opinión, porque
era consciente de que no tenía como saber cual sería su reacción
si alguien matase a su hermana o a sus padres. ¿Tendría ganas de
matarlo/a? Ella quería creer que al principio, pensando en caliente,
si que tendría esas ganas, pero en frío... sería otro asunto.
Pero, ¿y si no fuese así? Eso la asustaba. Le daba miedo que
después de vivir determinadas cosas, sus ideales pudiesen cambiar
hacia mal, porque pasar a querer la muerte de alguien, para ella era
horrible.
- Pero es qué tú no puedes castigar a alguien con la muerte. No
puedes quejarte que han asesinado a alguien pero luego tú hacer lo
mismo. Es pura hipocresía. - Se atrevió al fin a decir, indignada
ante los comentarios de que la pena de muerte debería ser legal.
- Sara, si en algún momento -qué espero que nunca pase-, entran en
tu casa a robar y matan a tus padres, ¿tú no querías lo mismo para
el culpable?
Sintió el pánico invadirla, el pulso acelerarse y si hubiera tenido
en ese momento un espejo delante suya, podría haber observado como
sus pupilas se habían dilatado. Era la pregunta del millón.
- No lo sé. - Notó como todo el mundo se calló. La miraban como si
hubiese dicho una atrocidad y ella no sabía si se sentía peor por
esas miradas o porqué había sentido como si estuviera traicionando
a sus padres. - Es que simplemente no puedo saber como reaccionaría,
no soy adivina, y aunque sé que me asfixiaría de dolor, de rabia y
de impotencia, no puedo saber si le desearía la muerte. - Intentó
justificarse a sabiendas de que sus palabras no acallarían su
conciencia ni el impacto que había tenido en los demás. Se removió
incómoda en el banco y tan solo se relajó cuando una de sus amigas
hizo un comentario divertido, intentando así que la tensión que
flotaba en el ambiente desapareciese. Lo consiguió. Aunque con ellas
siempre era igual; podían tener fuertes discusiones, hasta el punto
de que si no fuesen tan amigas habrían acabado insultándose o algo
peor, pero siempre había alguien que acababa haciendo alguna broma,
o algún comentario mordaz cuando la situación más lo requería,
sonsacando así sonrisas a los presentes. Solo entonces se dio cuenta
que tenía una litrona entre sus pies, a la espera de que le diese
uso. Y lo hizo. Dio unos tragos, intentando que la cerveza se llevase
el nudo que se le había formado en la garganta anteriormente.
Una entrada realmente interesante.
ResponderEliminarEs cierto que es imposible saber cómo reaccionaríamos ante situaciones tan difíciles, por ello siempre es complicado opinar sobre estos temas.
Daw
Lo primero que quiero decir es "Lo siento". Porque después de conseguir que volvieras a este mundo, no me había dejado caer antes por aquí.
ResponderEliminarLo segundo es que hace no mucho, justo cuando se estrenó el programa de Encarcelados en LaSexta, tuve este mismo debate con un grupo de amigos. Fue un debate intenso y plagado de opiniones dispares, todas ellas bien argumentadas. Y mi postura siempre ha sido en contra. Principalmente porque tras la pena de muerte, no hay vuelta atrás. Y antes de imponer una pena tan radical, el sistema judicial debería poder garantizar una eficacia del 100 %. Y los inocentes sacrificados o en el corredor de la muerte en Estados Unidos, donde sí es legal esta pena, nos dicen que no es tan fácil. Y en un país tan corrupto como el nuestro, creo que nunca me fiaría de que no terminaran utilizándola a su favor, indultando a quien ellos quisieran y condenando a quien se quisieran quitar de en medio. O, simplemente, condenando muy a la ligera. Y si luego a los, por ejemplo, tres años salen nuevas pruebas que demuestran que esa persona NO era culpable, ¿qué? ¿Hay vuelta atrás? ¿Le pueden devolver la vida? Siempre se puede devolver la libertad a un hombre encarcelado. ¿Pero la vida a un hombre muerto?
Y segundo, yo no creo en la venganza. A mí me basta con saber que un asesino, aunque haya asesinado a algún ser querido, no vuelve a hacer daño a nadie, que paga por su crímen en una celda y no entre más posibles víctimas. Y creo que yo no me sentiría como "traicionando" a aquellos a los que ese supuesto asesino haya matado. Los que me conocen, saben cuál es mi postura. Y de hecho, no me gustaría que se matara a quien me hubiese matado a mí. ¿Para qué? Si no sirve de nada. Es rebajarse a su nivel y renunciar a la mínima esperanza en la humanidad.
Ahora, espero disculpes mi testamento, pero este tema trae tanta cola... ¡Uf! Podría pasarme horas escribiendo al respecto. Es un tema interesante. Uno de esos temas sobre los que la sociedad debería pensar más. El mundo sería un sitio más bonito si la gente reflexionara sobre cosas importantes como nuestra propia humanidad, nuestros principios e ideales, en vez de preocuparnos por si se celebran o no unos Juegos Olímpicos o por si Cataluña se independiza.
Espero que vuelvas a publicar pronto, pues veo que esta entrada ya tiene sus días.
¡Un gran y afectuoso saludo!
Yaiza.