Dejarme que os cuente mi historia.
Yo nací hace unas
décadas, en algún lugar de ese continente llamado Europa. Hasta
entonces estaba esparcida, separada. Pero hace aproximadamente
sesenta años me unificaron y me convirtieron en lo que fui hasta
hace poco. Desde entonces no he parado de ver cosas, de sentirlas. He
sido testigo de guerras, de revoluciones, de inconformidades. La
gente que vivía en mis casas, en mis edificios, que paseaban todos
los días por mis calles, estaban siempre discutiendo entre sí,
riñendo, gritando, peleando. Algunas veces los motivos eran
religiosos, demasiada diversidad; otras era por las nacionalidades que me componían: diferentes etnias. La lengua tampoco
beneficiaba: habían muchas. Los motivos de lucha por el poder y las
heridas del pasado tampoco ayudaban a un mejor entendimiento. Por lo
que era normal que estallasen conflictos cada dos por tres. Yo lo
entendía, aunque sangraba cada vez que tenían lugar. Era doloso,
¿sabéis? Ver como me destruían a mi con sus armas y como se
destruían a ellos mismos. Pero eso no era lo que más me afectaba,
pues en lo que a mi respecta, puedo sobrevivir con unas cuantas
heridas, y en lo que respecta a ellos, bueno, yo no soy nadie para
interferir en sus problemas. No, lo qué más me afectaba y por lo
que aún hoy en día sigo llorando, es por los otros.
Durante estos conflictos
vi a gente inocente, gente que nada tenía que ver con estos
problemas, sufrir y padecer algo que no habían buscado, algo que no
querían y en lo que no creían. Eran esas personas a las que les
daba igual la religión, la etnia, la lengua, en definitiva, la
cultura de los demás, porque en su trato hacia ellos no se fijaban
en eso, si no en las relaciones que día a día se iban creando entre
ellos por ser vecinos, compañeros de clase, de trabajo, por ser
medico y paciente, vendedor y cliente. Fueron personas que se vieron
separadas de familiares, de amigos, de conocidos, por un conflicto
que no querían. Son gente que no sufrieron tan solo el exilio y la
separación de sus allegados, si no que también sufrieron perdidas,
hambrunas, desgracias que jamás se os pasarían por la cabeza y que
no se las deseo ni a mi peor enemigo. Y por esa gente, que sin
comerlo ni beberlo, llegaron a sufrir incluso más que los causantes
de estas guerras, es por quien más sufro.
Ahora han pasado algunos
años y vuelvo a estar dividida, separada, esparcida, pero es mejor
así. Yo respiro mejor y creo que ellos también. Pero nadie nos
quitará de la memoria que sufrimos, que al daño causado por
nuestras diferencias internas, se unieron los daños provocados por
algunos personajes y organizaciones externas, y que nadie nos echó una mano por
solidaridad, ni siquiera por compasión. Nadie nos quitará de
nuestra memoria colectiva, que fuimos masacrados por las ansias de
poder, por las ideas de crear fronteras bajo cualquier circunstancia,
por las ansías de controlarnos. A lo mejor todo ha acabado, o a lo
mejor eso es lo que algunos piensan o quieren hacernos pensar, pero
ese pasado atroz, lacerante, sigue allí y seguirá para siempre,
porque yo, Yugoslavia, estaré siempre recordando lo que unas ideas,
creadas y defendidas tan solo por unos cuantos, y unos intereses propios y ajenos, pueden hacer a todo
un mundo.
NATO= OTAN
Gracias por dar voz a lo silenciado Amalia, siempre es un placer que se nos ayude a tomar conciencia sobre temas de los que sabemos muy poco. Ánimo en tu camino! :-) Ah, y el estilo muy chuloo, dándole directamente voz a Yugoslavia!
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras. Siempre es genial tenerte leyendo y comentando mis escritos :)
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