lunes, 31 de octubre de 2011

Rumanía



Tengo ganas de estar allí; de tumbarme en la hierba, cerrar los ojos y notar los suaves rayos de sol acariciar mi tez. Tengo ganas de estar allí; de aspirar el dulce aroma de las flores, que me embriague el fresco olor de la madre naturaleza. Quiero estar allí para sentirme libre y alejada de esta vida ajetreada, de esta vida en la cual el reloj te pesa cuan tonelada. Quiero estar allí para observar la gran maravilla de la naturaleza; para bendecirla y disfrutarla en soledad.

martes, 25 de octubre de 2011

Utopía





-          ¿Tú qué piensas?
-          ¿Sobre qué?
-          Sobre abandonarlo todo e ir viajando por el mundo, conociendo y descubriendo nuevos lugares, a nuevas personas; con una mochila en la espalda; tú y yo.
-          ¿Nosotros dos solos?
-          Sí, solo nosotros dos. Comiendo lo que encontrásemos por el camino, durmiendo bajo las estrellas y disfrutando de lo que la madre naturaleza nos pueda dar.
-          Y, ¿ bañarnos desnudos? ¿Haciendo auto stop? Y, ¿cantando mientras damos largos paseos sin un rumbo fijo?
-          Exactamente. Qué dices, ¿te atreves?
-          Sí! ¡Hagámoslo! ¡Seamos libres!

domingo, 23 de octubre de 2011

El fin



Armonía, tranquilidad, ligereza...la nada. Estoy suspendida entre dos mundos, en la fina línea que separa la vida y la muerte y por extraño que parezca no siento dolor y debería sentirlo pero...nada. Es como si no tuviese cuerpo, como si lo único que quedase de mi fuese un aura imperceptible.
No se donde estoy ni que hago aquí, pero aún así estoy en un estado de ataraxia que no me gustaría abandonar. Pero de repente... unas imagenes empiezan a golpear mi mente con ferocidad, y aunque no me duela siento que mi equilibrio en este mundo se está derrumbando. Imagenes de... de él. Y ... de nosotros en un coche y... y un camión. ¿Qué pasó después? ¿Por qué no puedo recordarlo? No lo sé. Pero necesito saber si él está a salvo; tiene que estarlo. Y aunque sea verlo por unos instantes, tengo que hacerlo. Lo deseo con todas mis fuerzas... tengo que abrir los ojos, tengo que hacerlo.

Los abro y estoy de pie, delante de lo que anteriormente era un coche; varias personas intentan sacar a alguien del coche y yo suplico que por favor sea él y que esté bien. Al final lo sacan y sí... es él. "Tiene pulso" son las palabras de un bombero y entonces sonrío y lloro de la emoción.
Sin importarme los demás, me abro paso entre la multitud allí congregada y lo cojo de la mano pero... hay algo que no está bien, algo que ... no...
En esos momentos me doy cuenta de que es lo que ha pasado y de que nunca más volveré a tocar su suave y cálida piel. Y también en esos precisos instantes me doy cuenta de que nadie me ha visto, de que nadie sabe que estoy aquí pero aún así él abre los ojos y los clava en los míos, como si me estuviese viendo. Le dedicó una cálida sonrisa y niego, no es su momento, si no el mío. Mis labios se unen a él por última vez, antes de que yo crucé esa fina línea y deje de estar suspendida entre dos mundos, para estarlo solo en uno.
Adiós...fue mi último suspiro.

lunes, 17 de octubre de 2011

Una pequeña Amélie



Paseaba sin rumbo fijo; con una sonrisa enigmatica en la cara y observando con detenimiento a todo aquel que se le cruzaba. Su mente era la cuna de la imaginación. Allí tenían lugar todas aquellas historias, todas aquellas batallas... A cada persona que se le cruzaba le creaba una historia, una personalidad y una vida. Sentía y vivía en carne propia todo lo que a sus personajes les sucedía. Ella no vivía su propia vida, si no la de los demás o mejor dicho... la de los personajes que ella misma creaba.
Aquella era una princesa que lucha por el amor del criado de su padre; el otro vive una lucha interna sobre si ir a por todas o encerrarse en si mismo. El señor que hay en el tercer banco del parque vive del recuerdo del amor adolescente y de la vida que con ese amor vivió hasta que una enfermedad misteriosa se la llevo, sumergiendolo a él en la oscura soledad y en un mar de suspiros y melancolía.
Aquella era su vida y tal vez, siempre lo sería. Ella no sabía del dolor físico ni del dolor del alma más que por lo que sus personajes sentían. Era feliz viviendo en su mundo de fantasía, con sus misterios, sus romances y sus sentimientos. Ella era feliz por lo que, ¿qué más daba si lo que vivía era ralidad o fantasía? 

viernes, 14 de octubre de 2011

El desván



Subí a su casa por esas empinadas escaleras de caracol que tanto me encantaban y que hacían que cada vez que subía un piso mirase hacia abajo y me asombrase de la estructura que tenían. No hizo falta tocar a la puerta para que me abriese, ya que esta ya estaba entreabierta, como siempre, esperando que yo la abriese del todo y entrase con pasos silenciosos. Así lo hice. Lo que a continuación vi me dejo... asombrada, sí, como siempre; aún no me he acostumbrado y tal vez nunca lo haga. Montañas y montañas de libros se abrían ante mi. Y si no eran de libros, eran de papeles llenos de tachones. Seguí abriendome paso por entre esos mundos hasta que llegué a una habitación inusual. Redonda, con estanterías llenas hasta el techo, como no, de libros. A los pies de las estanterias, más y más libros. Era como si no hubiesen ni paredes, ni suelo, solo libros. La única parte de suelo que podías observar era en el centro, en donde habían unas butacas al estilo pufs de color rojo que hacían que destacasen. Él estaba allí, sentado, con el ceño fruncido y unos mechones que se habían escapado de su coleta, colgandole por el rostro, pero él parecía no darse cuenta. Estaba enfrascado en escribir que se yo que. Escribía, lo leía, tachaba y volvía a escribir. Ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia. Yo lo admiraba. Sí, admiraba su belleza traslucida, sus ojos azules como de cristal, los cuales te daban miedo mirar más de dos segundos por si se hacían añicos. Su media melena de color chocolate pero que tenía un mechón rubio y que casi siempre lo llevaba en una destartalada coleta. Me consta que era su color natural, él jamás se había puesto ni una pizca de tinte; era una de sus tantas rarezas, pero que lo hacían tan especial. Tenía una figura alta y esbelta, pero que denotaba cierta fragilidad. Unas manos finas y delicadas, cuyos dedos siempre tenían manchas de tinta. Era hermoso; simplemente parecía de otro mundo, pero él desconocía su belleza. Él nunca se enteraba de nada más aparte de los libros y la escritura. Bueno, y de mi. Siempre he creído que puede leer la mente, porque con solo unos segundos mirándome fijamente, es capaz de saber todo lo que pienso y lo que siento, pero es extraño que me sienta tan cómoda siendo tan transparente para alguien, pero claro, él no es cualquiera.
Nuestras conversaciones... bueno, la verdad es que conversabamos a través de miradas. Podíamos mirarnos fijamente durante horas y al cabo de todo ese tiempo nos habíamos dicho todo pero aún teníamos cosas que decirnos. Era una relación rara; sí, esa es la palabra exacta: rara. 
Me senté allí, en la entrada, sin molestarlo, dejandolo enfrascado en un mundo, el cual no compartía conmigo. Bueno, ni conmigo ni con nadie. A mi no me molesta pues se que eso forma parte de él, de hecho es su esencia y creo que esa esencia es una de las cosas que hizo que mi ser fuese solo suyo y que viviese tan solo por y para él. Y como por arte de magia, o mejor dicho cuando mi aroma a los campos de la Toscana impregnarón su ser, alzó el rostro con impaciencia y con ansiedad y clavo su mirada cristalina en mi. Entonces se tranquilizo hasta esbozar una leve sonrisa que inundó todo mi ser de seguridad, tranquilidad y ... amor. Con una señal de su mirada me dio a entender que podía sentarme a su lado y así lo hice. Nos quedamos mirandonos fijamente unos... bueno, no tengo ni idea cuanto tiempo, pero en esos momentos le dije con la mirada a lo que había venido. La decisión que había tomado. El se dio cuenta enseguida y esbozó la sonrisa más maravillosa que había visto en toda mi vida. Lo que pasó a continuación me dejó helada puesto que él nunca había hecho esto. Se acercó a mi, sin apartar su mirada de la mía y junto nuestros labios en un beso sin igual. Ese día me hizo el amor como si no hubiese un mañana y después... después él también me dio su respuesta. Con tan solo una mirada supe que había aceptado el no separarnos jamás; ni siquiera en otras vidas. Supe que mi vida estaba destinada a tan solo una cosa: a ser suya para toda la eternidad.