martes, 28 de febrero de 2012

Luna


Salir al balcón, a medianoche y que la luna llena te ilumine. Mirar las pocas estrellas que entre la polución se observan y respirar hondo. Soñar despierta con todo lo que podrías conseguir si te lo propusieras. Soñar a que podrías convertirte en esa mujer que tanto deseas con una estrella de fuerza de voluntad guiándote y un rayo de luna vigilándote. Y gritar a pleno pulmón que “Sí, lo haré. Lo conseguiré.”

Sonríes inocente cuando algunos vecinos se asoman a la ventana para ver quien grita y para decir que te calles. No te importa. ¿Cómo te iba a importar algo tan banal cuando acabas de decidir luchar por tus sueños? No, no te importa. Y coges otra bocanada de aire frío y sonríes. Y luego aparece una risa tonta que no tiene más lógica que la felicidad que te aporta el tomar una decisión tan importante como la que acabas de tomar. Sabes que el camino será duro, que tendrás bajadas pero que después de esas bajadas vendrán unas subidas más fuertes, más ansiosas y con más ganas de llegar a la meta. Te apoyas en la barandilla y cierras los ojos, dejas que durante unos instantes más el aire te golpeé con suavidad, antes de adentrarte en tú casa y empezar a luchar por tus sueños. 

jueves, 16 de febrero de 2012

Solos



Se encontraban los dos apoyados en la barra de un bar, mugrienta como ella sola y oliendo a toda la bebida derramada en ella. El humo del tabaco creaba una espesa neblina a su alrededor. No ayudaba tampoco la cantidad de alcohol ingerido por ella. Aun así, no apartaba la mirada de él. Como siempre lo observaba, observaba ese aire desenfadado que tenía y esa sensualidad inconsciente en él pero que en ella provocaba que unas cosquillas la recorriesen entera para dar paso luego al calor; ese calor abrasador que la recorría entera con solo mirarlo y ya no hablemos de cuando él la rozaba… eso era un viaje al más allá.
+ Deja de mirarme, Leah. – Le ordenó, con su voz firme y dejando que el humo del cigarro saliese lentamente por entre sus labios.
Ella resopló molesta; odiaba que le hablase en ese tono y odiaba su actitud de niño rebelde al que no le importaba nada ni nadie más que él mismo. Lo habría dejado tirado y solo hace mucho tiempo si no fuera porque sentía una enfermiza atracción hacia aquellos hombres solitarios, rebeldes y crueles que en el fondo necesitaban sentirse amados y deseados. En definitiva, le ponían los narcisistas capullos.
- Giam, hazte a la idea de que tú no me mandas. – Si él quería jugar, ella también podría hacerlo, aunque era consciente que con él siempre acababa perdiendo. No podía estar durante mucho tiempo a la defensiva con él, eso iba en contra de su masoca morbosidad.
Una carcajada seca e irónica salió de sus labios y entonces y por primera vez en toda la noche la miró. Cuando se ponía en ese plan le entraban ganas de desnudarla allí mismo y follársela hasta llevarla a un jodido abismo en el cual solo habían gritos de lujuria, arañazos e insultos. Ese deseo se vio incrementado por esa mirada celeste que lo desafiaba a hacerlo como si le hubiese leído la mente. No lo pensó dos veces. Se lanzó a por ella, hundiendo sus dedos en su cintura y pegándola a el. La besó con ansias, con ferocidad.
+ Joder, pequeña, vas a provocar un maldito incendio. – Comentó con una sonrisa torcida y malévola mientras la agarraba de la mano y se la llevaba a ese sucio y maloliente cubículo que recibía el nombre de “lavabo”.

domingo, 12 de febrero de 2012

Lluvia


Corre por las calles de la ciudad sin importarle que del cielo lágrimas de dolor caigan, empapándola. Sus mejillas estaban manchadas de tinta azabache que en un afán de mezclarse con las gotas de lluvia, desplegaron sus alas y volaron desde sus pestañas hasta sus pálidas y suaves mejillas.  Su ropa mojada, ya grande de por si, la hacían parecer más pequeña y frágil de lo que realmente era.
 No le importaba que la gente la mirase como a una desquiciada, ni tampoco le importaba chocarse con todo aquel ser u objeto que encontrase a su paso. Ella solo quería dejar de sentir ese dolor que le trituraba el corazón y que le ponía un cubito de hielo en la garganta que le impedía respirar con normalidad. Solo quería dejar atrás esa vida de superficialidad y de materialismo que estaba llevando al mundo al abismo. Quería dejar atrás a esas personas falsas que se movían tan solo por interés y quería dejarlo atrás a él. A él que había jugado con sus sentimientos cual vil villano. A él que había sido capaz de cambiar todo ese sentimiento puro e inocente por un sentimiento de poder; de poder masculino. A él por haberse creído superior a ella y aún peor, con derecho sobre ella.

Porque nadie tiene derecho sobre nadie. Porque ninguna persona es un objeto con un precio para que se pueda comprar o vender. Porque… todos somos iguales. Pero, ¿todos son conscientes de ello? 

miércoles, 8 de febrero de 2012

El árbol



Eran muchas las voces que hablaban de que había un lugar en alguna parte del mundo en donde en medio del desierto y de la putrefacción de la naturaleza había un árbol milenario que guardaba en su interior algo preciado por los humanos y algo que los de arriba les habían quitado.
Un día, una bella mujer, de blanco impoluto, se acercó a ese lugar a hablar con el árbol.

+ ¿Por qué estás sin vida? – Le preguntó ella con su voz débil pero que denotaba una fuerza interior mayor que la de todos los hombres juntos.
Un suspiro por parte del árbol se escuchó y ella esperó, con una paciencia infinita.
- Porque guardo en mis raíces lo mejor que el hombre creó con sus propias manos pero a la vez lo más peligroso para aquellos que viven a costa de los demás.
+ ¿Y qué es aquello, querido árbol? – Su voz sonaba curiosa y expectante.
- Los derechos humanos. – Unas ramas se movieron y un llanto ahogado se escuchó desde lo más hondo. – Vosotros los humanos los creasteis en un afán de igualar a todos, de que tengáis los mismos derechos y de disfrutar de lo más preciado que podéis tener, la libertad. Pero algunos de vosotros también habéis sido los culpables de que estén encerrados en una caja y escondida en mis raíces. Habéis preferido ganar cosas materiales a costa del sufrimiento del resto de vuestra especie. Habéis preferido no hacer caso a esos derechos y habéis dejado a gente sin hogar, sin alimento, sin vestimenta, sin voz y les habéis atado las manos cuando han intentado cambiar eso.
Unas lágrimas recorrieron la marmórea piel de ella a la vez que una de sus suaves manos acarició el tronco del viejo árbol. Pero eran unas lágrimas puras, que dejaron paso a una ligera sonrisa.
+ Por eso estoy yo aquí. He venido para liberar esa caja, y abrirla, y dejar que cada uno de esos derechos vuele libre.
- Pero, ¿quién eres tú, magnifica señora?
+ Soy la esperanza. El espíritu de lucha de cada una de aquellas personas que quieren luchar por conseguir algo mejor. Y soy el espíritu de la victoria. Porque déjame decirte amigo mío, que si todos ellos se unen y luchan cogidos de la mano, la victoria está asegurada. Y ni el dinero, ni el poder, podrán con ellos.