lunes, 30 de abril de 2012

Sin nada



Te despiertas una fría mañana de invierno y te quedas observando el blanco techo que te observa en silencio. Ni una sola mancha. Ni una grieta. ¿Pero acaso te importa? En absoluto. Te cuesta salir de la cama y no por sueño, ni por vagueza, si no por frío. Un frío que te cala hondo y que tarda en abandonarte. Y llegas al baño, enciendes la luz y te miras al espejo. “Necesito un café.” Piensas. […] El resto del día es tranquilo. Palabras que escuchas, actos que observas… nada diferente. Pero hay algo oculto dentro de ti, algo que si que es diferente a otros días y es la reflexión, la inquietud. 

Llega un momento en la vida en el cual te tienes que replantear todo aquello en lo que crees, todo aquello que eres y todo aquello que algún día te gustaría llegar a ser, o hacer. Y ese día, para ti, ya ha llegado. ¿Cómo? Lo más seguro es que ni siquiera tu lo sepas. Pero piensas y piensas y desechas creencias que ahora se te antojan inútiles, sin fundamento alguno. Y acoges ideas nuevas, más coherentes con tus gustos actuales, con tu ideología. Llevas ya meses así y sabes que algunos meses más pasarán hasta que tengas todo claro, hasta que por fin sepas quien eres y hacia a donde vas. Pero ya has dado el primer paso, y es el de querer mejorar, el de querer ser más tú y menos aquella persona que una sociedad ha construido a base de mentiras, de sutiles manipulaciones. Sabes que están siendo unos meses caóticos, unos meses de dormir poco y de dormir mal y que a lo mejor no tiene nada que ver una cosa con la otra, pero te da igual, porque al fin y al cabo lo que te importa es mejorar. Ser más… tú.

viernes, 20 de abril de 2012

¡Bang bang!


Una noche fría. Un callejón oscuro. ¡Bang Bang! Una de esas ciudades con vida propia, que sufre de insomnio y que desconoce el término “Tranquilidad”. ¡Bang bang!  Una espalda medio desnuda, de mujer de curvas suaves y labios cereza, apoyada a la fuerza contra una pared de frío cemento. Un desconocido, escondido por la oscuridad de la noche. Protegido por aquella farola rota, desgastada y anhelante de luz.  ¡Bang Bang! Paseantes que cruzan a pocos metros de esa común escena. No se paran, están acostumbrados a situaciones parecidas. Alguna vez algún héroe con aspecto de perro huérfano se atreve a dar la cara. ¡Bang Bang! Pero no consigue su propósito. ¡Bang Bang! Las tres de la madrugada. Un gato maúlla en el mismo callejón, hambriento de nuevas emociones, sediento de nuevos sentimientos. Pero vuelve a ser lo mismo. Monotonía. ¡Bang Bang! Un movimiento. Él despega la mano de su tronco. La alza y la señala a ella, a la mujer de suaves curvas y labios cereza. Y ojos azul marino, sin brillo. Una nueve milímetros Parabellum. Un grito. Oídos sordos. ¡Bang Bang! Un suspiro y un sonido sordo, otro más. ¡BANG BANG!

miércoles, 18 de abril de 2012

La ciudad


Calles anchas, coches gritando furiosos a los otros para que se den prisa. Edificios altos, majestuosos. Comercios, bancos, cajas de ahorros… La sede de una ONG rompe ese pomposo ambiente capitalista. Personas de diferentes formas, de diferentes mentes, creencias, ideologías… caminando por la misma acera pero sin prestarse más atención de la requerida para no chocarse los unos con los otros. Y ella. Parada en medio de ese bullicio de personas sin rostro, sin aparente alma. Los observa, les habla. Nadie le devuelve la mirada, nadie le contesta. Acaba gritándoles. Pero al parecer lo hace en silencio. En un silencio escalofriante. Tampoco nadie le contesta. Al cabo de un rato vuelve a ser invadida por una ola de tranquilidad, de aparente sosiego. Les dirige otra mirada, cargada de pena. Se compadece de cada uno de ellos. Por desperdiciar su vida. Por desperdiciarla en cosas que no merecen la pena. Todo tiene un coste de oportunidad en esta vida; siempre hay algo a lo que renuncias por hacer otra cosa y a veces… a veces ese coste de oportunidad es demasiado caro, pero imperceptible cuando se lleva una venda gruesa, negra, en los ojos. Y a veces solo somos conscientes de ese coste de oportunidad cuando es demasiado tarde. Por eso ella suspira, se da media vuelta y se dirige hacia ese lugar. Hacia donde quiere estar.

martes, 17 de abril de 2012

Encuentro



Una fría noche de enero. Un bar. Uno de tantos que pueden encontrarse en la Plaza del Cedro. Una de aquellas plazas míticas en la ciudad de Valencia por la variedad de sitios en los que emborracharte y hacerte perder hasta los sentidos. A base de cerveza. De cubatas. De mojitos. De lo que sea que haga que ahogues tus penas o en la mejor de las ocasiones de conseguir dejar la timidez en el culo del vaso y sacar a relucir a ese “yo” que por lo visto tanto divierte a tus amigos. Y a ti mismo también. Al menos hasta al día siguiente que alguien te susurra al oído tus audaces elocuencias. Y te lo susurra entre sabanas enredadas a vuestros cuerpos. Entre marcas de besos robados, de caricias permitidas. De gemidos. De fuego. De un comienzo en una noche en un bar del Cedro, en la ciudad de Valencia; de una mirada hacia el otro lado del local. De una mirada azul marino, y otra ceniza. De un susurro a altas horas de la madrugada, de un baile pegados. De un para siempre en esa cama, enredados en unas sabanas que fueron testigos de un incendio y de… un comienzo.

domingo, 15 de abril de 2012

Dudas


La vida podía ser muy puta, y ella lo sabía muy bien. En cuestión de días su vida se tornó un infierno y en gran parte causado por ella misma, por la importancia que ella le daba a las cosas.  Había llegado un punto en el cual solo quería dejar de sentir, de pensar. Por eso se puso sus converse rojas, su chaqueta de cuero negra y cogió el monedero y las llaves. Bajó al supermercado que había a tan solo cinco minutos de su casa y compró una botella de vodka y unas chocolatinas. Volvió sumergida en sus cosas, en la jodida sociedad que la rodeaba; tan hipócrita, tan falsa, tan superficial… tan egoísta. “¿Qué hago yo aquí?” “¿Por qué tengo que aguantar lo que esos hijos de puta hacen?” “¿Por qué tengo que aguantar toda esta mierda?”  Tan solo fueron algunas de las preguntas que se hizo de camino a casa, aunque su casa solo estuviese a cinco minutos.

Llegó y se encerró con su compra en su cuarto, olvidándose de sus compañeras de piso. Abrió la botella y dio un trago. Sintió como el frío líquido bajaba por su garganta y como ardía. Era una buena mierda aquella. Dejó la botella al pie de su cama y mientras se colocaba los auriculares y hacía sonar a Marea, se comió una chocolatina. De dos bocados. No tardó en volver a dar un trago al vodka. Y otro más. Y otro. Y uno más. Y así hasta que la botella se fue gastando de tantos besos robados y de tantas caricias de manos temblorosas y frías. Su mente estaba borrosa, su vista también. Lloraba, gritaba en silencio las letras que Marea le iba susurrando al oído. Y todo a su alrededor se convirtió en un completo infierno. Ella lloraba, gritaba en silencio a la luna para que la librase de esta puta mierda. Pero la luna no la escuchaba, tan solo la miraba misteriosa desde las alturas, compadeciéndose de su sufrimiento. Pero a ella no le bastaba con eso. No, no le bastaba. Si nadie la podía ayudar, ella sola tendría que salvarse de este jodido mundo que le provocaba nauseas siempre que echaba su aliento sobre ella. Y en un fragmento de segundo había tomado la decisión. Volar. Siempre había querido volar. Y era hora de hacerlo.

Unas ventanas abiertas, un noveno piso. El frío aire de la noche y las estrellas y la luna observándola en silencio. Que agradable sensación de libertad. Libertad. Sí. Ansiada libertad.


lunes, 2 de abril de 2012

Seudónimos



- Siempre he creído estúpido que alguien utilizase un seudónimo para firmar sus creaciones. Es absurdo. – Dejó salir el humo del cigarro por entre sus labios mientras clavaba sus ojos azules en los marino de ella.
+ Bueno, obviamente, a mi no me parece absurdo. Soy Poesenthya Cocco, ¿recuerdas? – Preguntó ella con sorna y se colocó bien la pulsera que tenía en la muñeca derecha.  Le irritaba que no estuviesen bien colocadas, era una de sus tantas manías.  
- Oh cierto, pero aun así me sigue pareciendo absurdo. Por qué dime tú que ganas con eso. – Su tono de voz sonó indiferente, como si en el fondo le diese igual la respuesta. Bueno, es que le daba igual. Y ella miraba las figuras humeantes olor tabaco que hacían acto de presencia delante de su rostro.
+ No es lo que gane; es tan simple como que Poesenthya Cocco es mi alter ego. Es mi yo creativa, mi yo libre. Es la parte de mi a la cual le dan igual las normas sociales, le da igual las personas que la rodean y todo lo material que existe a su alrededor. – Frunció el ceño al pensar en el porque le contaba esto a él, a alguien que le importaba poco o nada todo lo que tenía que ver con ese mundo. A él lo sacabas de la sociedad en la que vivía y no era nadie. Pero aun así siguió explicándoselo. – Poesenthya es todo lo que posiblemente jamás llegue a ser en la vida real y cotidiana. Ella lleva la magia en sus letras y la armonía en su susurro. – Clavó sus ojos en él y se encogió de hombros. – Bueno, supongo que alguien tan simple como tú, jamás lo entenderá. – Se colocó bien el gancho que tenía en el pelo y el cual sujetaba su pelo en el lado derecho y tras acabar, se alejó del chico, sin prestarle más atención de la necesaria.