sábado, 16 de noviembre de 2013

El tiempo frustrado


El tiempo pasaba y cada día salía y se ponía el Sol, echando en cara su superioridad y su tradición a los desastres humanos que habitan en la Tierra. El tiempo pasaba y las hojas de tonos anaranjados daban paso a las calles tristes y sombrías, y éstas daban paso a los árboles en flor, a los olores y a los colores tan alegres y cálidos, que te sumían en una vida callejera que durante los meses anteriores habías ansiado. Y después, estos meses amables, daban paso a un torbellino de fuego, a las encerronas en casa a mediodía y a las altas facturas eléctricas. El tiempo pasaba y pasaba, avanzaba, te transportaba al futuro a un ritmo vertiginoso y del cual no eras capaz de salir. Ibas creciendo, madurando, cogiendo estúpidas costumbres que solo tenían sentido para ti. Pero mientras tú crecías, la ciudad seguía igual; puede que con los típicos cambios de tiendas que cierran y otras que abren; de paradas de autobús que se desplazan o desaparecen; de mercadillos que cambiaban de barrio... Pero quitando eso y alguna que otra cosa más sin importancia, todo seguía igual. Tu veías como cada día tu vida se volvía monótona, aburrida, llena de rutinas y manías. Te desesperabas. Te frustrabas. Y llorabas, gritabas, pataleabas y volvías de nuevo a llorar y a gritar y a patalear. Querías volar, querías conocer nuevos mundos, nuevas culturas, nuevas tradiciones, nuevas gastronomías... gente nueva. Querías crecer y convertirte en esa golondrina que emigraba con cada estación y que volaba libre por el cielo. Si te hubiesen asegurado que estudiando ingeniería podrías haber construido una maquina transportadora, habrías corrido a matricularte y te habría importado poco pasarte casi media vida en busca de ese aparato, lo habrías hecho encantada sabiendo que después podrías ir a todos esos lugares: desayunar a la orilla del Sena mientras lees a Byron, pasear por Central Park, comer en Barcelona, conocer gente nueva en Fez, tomar el té en Tokio, cenar en Bangladesh y tomar un baño nocturno en alguna maravillosa playa venezolana. ¡Y todo eso en un solo día! Pero nadie te aseguraba ese descubrimiento, por lo que preferiste enfrascarte en el mundo de la música, del arte, de las letras. Soñabas con encontrar un trabajo que te permitiese ahorrar lo suficiente como para, algún día, coger una mochila y empezar a recorrer el mundo a pie y haciendo autostop. No era la idea más sensata ni la más segura, pero eso ya te sobraba en tu vida. Ahora querías riesgos, aventuras. Querías tanto cumplir ese sueño, amiga, que de tanto quererlo te fuiste apagando, desesperando, desapareciendo.  

5 comentarios:

  1. Me ha encantado O_O! En serio, me encanta todos los detalles que dices y como lo describes todo de una forma que te introduces en el texto y te imaginas rápidamente todo lo que se dice ahí.

    Progresas adecuadamente, Amalia (:

    Un beso! ^^

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  2. Oh! ¡Muchísimas gracias! Me alegra muchísimo saber que he conseguido que te enfrascases en la lectura de este pequeño texto.

    Un abrazo :)

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  3. Es lo malo de los sueños. Cuando empiezan a no cumplirse empiezas tú a apagarte... Pero aunque no todos, alguno podrá ser, así que es mejor no desesperarse y dejarse llevar :)

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  4. Bueno ,a mi me alegra que has decidido dar el paso,te pareces a mi (jajajajaj), asi que me sitúo en el paisaje que tan bonito lo describes.Animo ,cariño ,y espero que lo lleves a buen puerto.Animo!

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  5. A PepitaGrilla: Eso es, siempre habrán sueños que si que se cumplan :)

    A Viorica: Muchísimas gracias, mamá! *-*

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Estaré encantada de leer todo lo que quieras decirme, siempre y cuando sea desde el respeto :)