miércoles, 20 de noviembre de 2013

Gracias, Fuerzas del Estado

Era un noche de noviembre, fría y oscura, en la ciudad de Granada. Unas cuantas personas, pocas para ser más exactos, nos encontrábamos en la calle, en frente de la subdelegación del Gobierno. Estábamos allí, helados, frustrados, cabreados y con una sensación de inquietud en nuestras entrañas. Se podía notar la tensión en nuestros cuerpos, en nuestros rostros, en nuestros gritos. Delante nuestra, gorilas con cascos, porras y en cambio, sin identificación, nos vigilaban; algunos incluso tenían alguna sonrisa irónica y divertida en sus caras. A ambos lados, furgones de antidisturbios nos rodeaban, amenazantes, drogados por el momento y quien sabe si por algo más. Estábamos allí, transmitiendo nuestra rabia, defendiendo y pidiendo la libertad de compañeros que habían sufrido esa misma mañana, golpes, vejaciones, persecuciones y detenciones. Ellos estaban allí, pocas horas antes, defendiendo un derecho a la educación que todos, por nacimiento, deberíamos tener y que no deberíamos vernos privados de él, porque unos cuantos orcos han decidido que ese dinero es preferible invertir en otras cosas. Cosas, que por supuesto, no nos incumbe a nosotros. Era una manifestación tranquila, la de esa mañana, como la mayoría que tienen lugar en esta ciudad. De hecho, nadie se esperaba lo que a continuación pasó. Los perros falderos del Gobierno, decidieron que se aburrían demasiado y que les apetecía un poco de marcha; ya sabéis, un poco de deporte. Decidieron que a ese juego podían jugar todos, desde los manifestantes, a alumnos de un instituto que había en esa misma avenida y que a esas horas salían de clase.

Nuestra respuesta fue inmediata: esa misma noche, nos volvimos a concentrar para quejarnos, para mostrar nuestro malestar y para pedir la libertad de los compañeros detenidos. Pero una vez más, esos... personajes, volvieron a hacer uso de su impunidad, de su prepotencia, del derecho que este Gobierno les otorga para pegar palos a unas personas que se manifiestan pacíficamente. Al día siguiente, para excusarse, dirán que unos cuantos manifestantes empezaron, que ellos simplemente cumplieron con su deber: el de proteger la vía pública y mantener la calma y el orden. Pero nadie nos borrará de la mente esas imágenes y el miedo que sentimos. La adrenalina corría por nuestras venas mientras nuestras piernas corrían buscando refugio e intentando distanciarse de esos psicópatas que corrían detrás nuestra, porra en mano y alzada, y que la golpeaban contra toda aquella persona que se les ponía de por medio. No se nos olvidará la imagen de compañeros heridos, y de otros en el suelo, con unos cuantos antidisturbios al lado suya. No se nos quitará el miedo de no saber que será de ellos mientras estén en esos furgones, con esos monstruos, y mientras estén en el calabozo. Porqué seamos realistas, en España, queridos, las fuerzas del Estado también torturan; no hace falta irse a Guantánamo, a China o a Arabia Saudí.

Una vez más, se nos ha demostrado que nosotros no importamos. Que lo que nosotros queremos, no les interesa a los de arriba mientras ellos tengan su posición y sus bolsillos asegurados, y que van a hacer todo lo posible para que eso siga así. Por eso, nos inculcan el miedo: el miedo a los golpes, a las excesivas multas, a las consecuencias de las detenciones. Intentan callarnos, cohibirnos y que nos encerremos en nuestras casas en vez de salir a la calle. Y ante estos intentos, yo me pregunto, ¿a qué esperamos? ¿De verdad vamos a seguir con las manos alzadas como posibles armas? No, no estoy incitando a la violencia, aunque dicho así, parece que sí. Pero no. A lo que estoy incitando es a buscar formas alternativas para quejarnos, para mostrar nuestro malestar y para conseguir lo que nos proponemos y a lo que tenemos derecho; porque no nos olvidemos, de que España, ha firmado la Carta Universal de los Derechos Humanos, y los diferentes pactos internacionales de Derechos Sociales, Culturales y Económicos. ¿Dónde queda su obligación (y deber) a defender y proteger esos derechos? Están donde están por algo, y si no son capaces de cumplirlo, tendrán que irse, y si no lo hacen, bueno, digo yo, que tendremos que bajarlos nosotros mismos. Pero va siendo hora de demostrarles que el poder, lo tenemos nosotros.

Recuerden, recuerden... el cinco de noviembre...


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